22-08-2010

Incertidumbre. Futuro, tenemos un problema

Incertezza. Futuro, abbiamo un problema (versione in Italiano)
por JcScG

En la gestión de las crisis se evidencian los límites sociales de la aplicación de los modelos de política y de economía. América Latina ha conocido, con anticipación algunas de los virajes impuestos a nivel mundial en los años 90's, y ofrece una ocación especial para reflexionar sobre un problema más general: la dificultad a la hora de tratar el futuro.

La "predicción" parecía ser la forma necesaria, para para ocuparse de la sociedad, desde comienzos del siglo XX, cuando en cambio la economía se mostraba ser incapaz de hacer predicciones certeras. Una debilidad que se manifiestó con toda su fuerza con la crisis del '29 y que contribuyó a la confirmación de una modalidad particular de políticas, en las cuales la intervención del Estado era considerada el complemento natural, para hacer frente a la incapacidad predictiva de las fuerzas y de los actores sociales.

Pero no por ello disminuyó el deseo de vaticinar el futuro: a partir de los años 50's, bajo la estela del "kenesianismo" se multiplicaron los modelos teóricos que buscaban hacer encuadrar el cerco ,entre procesos económicos difícilmente controlables y exigencias de desarrollo. De este modo se llevaron adelante, por ejemplo, la estrategia de los "polos de desarrollo" en el sur de Italia y el "desarrollismo" en América Latina, bajo el gran paraguas de la CEPAL.

Sin embargo, también en esta oportunidad, la confianza no duro por mucho tiempo: ya desde los años 60's gana terreno la idea de que no es posible ofrecer modelos interpretativos generales, que sean capaces de responder a los problemas emergentes y al mismo tiempo de planificar los desafíos a largo plazo. Y a las cuestiones sociales, se le suma la problemática ambiental, dos de los campos mayormente afectados por la incapacidad de las ciencias económicas, por una parte, y de la política por otra, para hacer frente a las crecientes dificultades.

Con posteriordad, las crisis de 1969-73 fue vista como un efecto de la sobreestimación, por largo tiempo, de las posibilidades efectivas de control; y como el fin de las esperanzas puestas en un modelo de desarrollo "keynesiano", en el cual todavía se presumía posible perseguir la maximización de las ventajas colectivas. Los efectos sociales y territoriales de dicha perdida de confianza se hicieron sentir de manera de manera asincrónica, sea a nivel estrcutural como a nivel local, al menos hasta fines de los años 80's y los años 90's, cuando las políticas de inspiración neoliberal se volvieron hegemónicas, sobre la base de la recuparación de la economía global.

Dejando a las espaldas la herencia del periodo de las grandes intervenciones del Estado en la economía, se pudo abrazar con gran optimismo la idea de la desregulación, apuntando más al crecimiento económico y menos al desarrollo. La austeridad fiscal fue una de las respuestas que los contextos urbanos (en especial en los anglosajones) tuvieron que enfrentar, incidiendo sobre todo en el gasto público. De este modo nace la alianza entre agentes públicos e inversionistas privados como mecanismo de revitalización de las frágiles economías urbanas.

Por ejemplo, principios como la "partnership", desde entonces, han influenciado las políticas de la Comunidad Europea, de los años 90 en adelante. Una vez más América Latina ejemplifica nitidamente este paso, en el cual el sector privado reemplaza al Estado como motor del desarrollo urbano, sea por medio de la liberalización del suelo, la flexibilización de las normas o por la conseción de obras públicas. Sería fácil argumentar que en el modelo que ve las ciudades como el motor de la economía, los grupos de poder (lobbies) locales, nacionales y globales, que actuan en compotencia entre sí, negociando posiciones y ocasiones con el estado; serían los que estarían dando forma a las ciudades contemporáneas y a sus nuevos problemas. Al menos hasta ahora, momento en el cual las ciudades pasaron de ser el motor de la economía al catalizadores de la crisis global de 2008.

En todo este contexto, lo que fue pasado por alto en la planificación de las intervenciones urbanas, al menos desde hace los años 50's, es la complejidad social, histórica y cultural intrínseca a las ciudades. Dado su carácter heterogeneo, la complejidad se vuelve más problemática cuando se enfrentan situaciones de crisis. La complejidad única de cada contexto local se presenta, entonces, como un problema que se añade a la incertidumbre inerente al sistema económico. Un problema que, sin embargo, puede contener en sí mismo las respuestas, siempre que sea incluido como parte de una estrategia sostenible a largo plazo.

No obstante, una de las grandes dificultades en este sentido, es que la consecuencia de los fenómenos exonomicos y de las transformaciones sociales, no se evidencia de inmediato en la forma física de las ciudades, y muchas cosas se hacen evidentes cuando ya es demasiado tarde. En general, los modelos de gestión de la crisis seguidos por la disciplina económica, han insistido, hasta ahora, en buscar el modelo interpretativo más sofisticado posible para poder controlar la realidad. Probablemente, sería oportuno desarrollar metodos mejores, y más específicos, para gobernar la complejidad.

2010


Imágenes
1.- George Grosz, "Grauer Tag", (día gris) 1921.
2.- Area industrial abandonada, ruinas de la ex-siderúrgica Italsider de Bagnoli, Napolés, Italia.


Nota:
Original en italiano, aparecido el 27 de febrero de 2010, en Daily Planum n°3, suplemento de "Planum - The European Journal of Planning", en el marco de la XIII Conferencia de la Sociedad Italiana
de Urbanistas (SIU), llevada a cabo en el Departamento de Estudios Urbanos de la Universidad Roma Tres.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario