Asumiendo que, la ciudad, más allá de ser un espacio físico, constituye un espacio cultural y que el eje que define lo cultural descansa sobre cierto orden de significaciones que se artícula como sistema simbólico; en términos lógicos, el espacio urbano (en tanto espacio con sentido) se estructura un espacio cultural en especial en lo referido al modo como éste influencia, condiciona o determina acciones, conductas, situaciones y da lugar a formas de vida.
Desde esta base cobra basante sentido la idea que el urbanismo, la disciplina destinada a estudiar, planificar, organizar y diseñar racionalmente los espacios urbanas, tiende a tranformarse en práctica e ideología al mismo tiempo; entendiendo que "las ideologías son las representaciones mentales que forman la base de la cognición social, esto es del conocimiento y actitudes compartidas del grupo."(1) Al encontrarse en la base, las ideologías organizan las otras creencias sociales, como el sentido común y los imaginarios sociales. Así, los grupos que se situan en posiciones de poder, regulan no sólo las “creencias verdaderas” (el conocimiento) verificadas según algún criterio de verdad socialmente aceptado, sino especialmente el sistema de "creencias evaluativas" (actitudes) que los grupos comparten sobre ciertas cuestiones sociales.
Así dadas las cosas, el urbanismo, sea desde la trinchera del estudio de los fenómenos urbanos, como en la planificación concreta de proyectos de intervención urbana, da forma, sentido y validez social a una serie de discursos diversos, que se condensan en él. En este sentido, se hace necesario un análisis semiológico de las ciudades, que vincule procesos de percepción, significación y representación, ya que a través de la ciudad cotidianamente se llevan a cabo una serie de "transcripciones" culturales y valorativas por parte de sus habitantes.
Por ejemplo, buena parte del éxito o el fracaso en la construcción de grandes proyectos urbanos (el Barrio Cívico de Concepción, Puerto Madero en Bueno Aires o el Guggenheim de Bilbao), está determinado por un proceso de interrelación, o cierta reciprocidad, entre el diseño (y construcción) y la apropiación espacial por parte de los habitantes y transeúntes. Quienes a fin de cuentas son quienes, por medio de la experiencia, le dan sentido a tales espacios, independiente de lo que se pretendía representar en el diseño de la obra.
Es decir, se procuden tensiones entre las funciones formales y simbólicas (ideológicas)de las obras, proyectos, intervenciones y políticas llevadas a cabo en las ciudades (es decir para lo que fueron elaboradas y lo que pretenden representar), y la apropiación material y simbólica que las personas hacen de ellas (es decir, las dinámicas sociales que se dan en o a partir de ellas). Este esquema simplificado, sirve no obstante, para mostar que el proceso de significación de un espacio urbano X, implica siempre un fenómeno dinámico, cambiante y contradictorio, cuyos sentidos constantemente se superponen.
Así dadas las cosas, el urbanismo, sea desde la trinchera del estudio de los fenómenos urbanos, como en la planificación concreta de proyectos de intervención urbana, da forma, sentido y validez social a una serie de discursos diversos, que se condensan en él. En este sentido, se hace necesario un análisis semiológico de las ciudades, que vincule procesos de percepción, significación y representación, ya que a través de la ciudad cotidianamente se llevan a cabo una serie de "transcripciones" culturales y valorativas por parte de sus habitantes.
Por ejemplo, buena parte del éxito o el fracaso en la construcción de grandes proyectos urbanos (el Barrio Cívico de Concepción, Puerto Madero en Bueno Aires o el Guggenheim de Bilbao), está determinado por un proceso de interrelación, o cierta reciprocidad, entre el diseño (y construcción) y la apropiación espacial por parte de los habitantes y transeúntes. Quienes a fin de cuentas son quienes, por medio de la experiencia, le dan sentido a tales espacios, independiente de lo que se pretendía representar en el diseño de la obra.
Es decir, se procuden tensiones entre las funciones formales y simbólicas (ideológicas)de las obras, proyectos, intervenciones y políticas llevadas a cabo en las ciudades (es decir para lo que fueron elaboradas y lo que pretenden representar), y la apropiación material y simbólica que las personas hacen de ellas (es decir, las dinámicas sociales que se dan en o a partir de ellas). Este esquema simplificado, sirve no obstante, para mostar que el proceso de significación de un espacio urbano X, implica siempre un fenómeno dinámico, cambiante y contradictorio, cuyos sentidos constantemente se superponen.
Nota:
1.- Van Dijk, Teun A - compilador - (2001),
“El discurso como interacción social II: Una introducción disciplinaria”, Gedisa, Barcelona.
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