por JcScG
Existe una cierta tendencia, desde los últimos 30 años, según la cual a través de grandes proyectos de intervención urbana, el poder político en alianza con el sector privado, hacen uso de la ciudad para dar grandes menjaes la ciudadanía, otras ciudades y el resto de los estados. Reflejando en el espacio urbano el diseño de sociedad que subyace a las transformaciones económicas, sociales, políticas y culturales especificas, que esde fines de los 70 y comienzos de los 80 han sido promovidas por el Estado. En este sentido, el urbanismo como disciplina ha servido como herramienta para plasmar en la ciudad determinadas intenciones culturales, expresadas en proyectos con carga simbólica, aun cuando en Chile hubo que esperar hasta los 90 para que se expresara dicho potencial.
Siguiendo esta lógica, el Bicentenario de la República en Chile fue concebido por el Estado como una oportunidad de plasmar, en el espacio urbano, los frutos del modelo de modernización neoliberal, dando cuerpo a un proyecto de alcance nacional cuya misión era cambiar el “rostro” de las principales ciudades del país. En un marco de fronteras abiertas al libre trafico de bienes y servicios económicos, culturales, y hasta políticos, el Proyecto Bicentenario pretendía materializar, con obras de alto contenido simbólico, el cumplimiento de uno de los principales objetivos de los gobiernos chilenos de la fundación de la república, alcanzar el estándar de vida de los países mas industrializados o el anhelado desarrollo, situando al país en el umbral del “primer mundo.”
En el caso de Concepción, apoyado en falta de patrimonio arquitectónico, el análisis del proyecto desnuda claramente la dirección que conlleva, pues en contra de determinadas declaraciones de intención y objetivos expresos, no se relaciona con la identidad y la dinámica social de la ciudad, sino que lo hace con el diseño de sociedad que se promueve. Más que responder a las intenciones, necesidades, expectativas y potencialidades de la ciudadanía, parece solo dar cuenta del tipo de sociedad que se está construyendo, si no existiese otra posibilidad.
Desaprovechando la oportunidad de pensar colectivamente las ciudades, de plantear un futuro de ciudades sostenibles, con una amplia dotación de servicios (primarios, secundarios y suntuarios), con sociedades más robustas y plurales; se optó tan solo, por "cambiar la imagen" provinciana, con trazos modernistas, por una contemporánea, con grandes obras de ingeniería, un "skyline" más alto y nudos viales. Como si la ciudad fuese tan solo un escenario, cuya "escenografía" se puede cambiar periodicamente sin que genere ningún conflicto o bien, esperar la ocurrencia de un terremoto o calamidad que se haga cargo de demoler lo que hay.
Siguiendo esta lógica, el Bicentenario de la República en Chile fue concebido por el Estado como una oportunidad de plasmar, en el espacio urbano, los frutos del modelo de modernización neoliberal, dando cuerpo a un proyecto de alcance nacional cuya misión era cambiar el “rostro” de las principales ciudades del país. En un marco de fronteras abiertas al libre trafico de bienes y servicios económicos, culturales, y hasta políticos, el Proyecto Bicentenario pretendía materializar, con obras de alto contenido simbólico, el cumplimiento de uno de los principales objetivos de los gobiernos chilenos de la fundación de la república, alcanzar el estándar de vida de los países mas industrializados o el anhelado desarrollo, situando al país en el umbral del “primer mundo.”
En el caso de Concepción, apoyado en falta de patrimonio arquitectónico, el análisis del proyecto desnuda claramente la dirección que conlleva, pues en contra de determinadas declaraciones de intención y objetivos expresos, no se relaciona con la identidad y la dinámica social de la ciudad, sino que lo hace con el diseño de sociedad que se promueve. Más que responder a las intenciones, necesidades, expectativas y potencialidades de la ciudadanía, parece solo dar cuenta del tipo de sociedad que se está construyendo, si no existiese otra posibilidad.
Desaprovechando la oportunidad de pensar colectivamente las ciudades, de plantear un futuro de ciudades sostenibles, con una amplia dotación de servicios (primarios, secundarios y suntuarios), con sociedades más robustas y plurales; se optó tan solo, por "cambiar la imagen" provinciana, con trazos modernistas, por una contemporánea, con grandes obras de ingeniería, un "skyline" más alto y nudos viales. Como si la ciudad fuese tan solo un escenario, cuya "escenografía" se puede cambiar periodicamente sin que genere ningún conflicto o bien, esperar la ocurrencia de un terremoto o calamidad que se haga cargo de demoler lo que hay.
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